domingo, 25 de noviembre de 2012

Serenidad

El ocaso se manifestaba sobre un paisaje hostil, asediado y de abundante pestilencia, eran tiempos difíciles y el mañana era inconsistente, sobre la extraña avenida había un viejo camión que alguna vez llenó de alegría a miles de voces inocentes con tan solo dejar correr una pequeña melodía conocida universalmente. Ahora los conos de chocolate y fresa se perdían entre el óxido que devoraba velozmente aquel vehículo inerte, desvalijado y camuflado en carmines nauseabundos; una nausea tan común y peligrosa que no percibirla o respirarla demasiado sólo significaba un miedo constante, impredecible y terriblemente cotidiano. Al otro lado de la acera, un edificio en obra negra se perdía entre las penumbras que comenzaban a devorar la luz; en lo alto de esa vieja construcción yacía nuestro campamento, silencioso entre putrefacción, misterio y circunspección, en un silencio tan estrictamente necesario para la supervivencia diaria en esos tiempos tan dramáticos.
La sábana deshilachada que usaba el vigilante en turno dejó de ondearse y las pesadas puertas del camión de volteo por las que se accesaba al segundo piso de la obra se cerraron. Un pequeño sollozo de advertencia indicaba que una horda de nauseabundos y pútridos seres no tan humanos como alguna vez lo fueron se acercaba tan rápidamente como sus lánguidas extremidades se lo permitían. Los chapanecos, el conde y yo quedamos desprotegidos, nuestra única opción era refugiarnos en la vieja vidriería junto al taller mecánico justo frente del camión oxídados de los helados. La cortina de la vidriería no era del todo segura (carecía  de una gran sección que habíamos desoldado previamente para la escalera improvisada que daba a la azotea de nuestro edificio), y tuvimos que arrimar el mostrador de madera y cristal tan silenciosamente como nos fue posible, mientras aquellas criaturas comenzaban a aproximarse y subían a la parte trasera del camión de helados. Un stand más y nos internamos al lote repleto de llantas y cacharros oxidados, sólo nos quedaba esperar a que la apestosa multitud de criaturas pasaran de largo sin detectar nuestra presencia para no ser destripados en segundos. Cualquier ruido o depredador biológico que pudiera amenazarnos o advertir nuestra presencia en aquel lugar tenía que ser eliminado, los tiempos no estaban para conservar las especies y la nuestra había provocado la extinción de la vida como la habíamos conocido en los últimos siglos; la noche anterior una rehala de gatos comunes liderados por un lince ibérico sobreviviente de un zoológico cercano habían atacado el grupo en busca de alimento y uno de los chapanecos hundió su rambo sobre las gargantas de los felinos, cuyos cuerpos yacían entre esos carros oxidados que teníamos de frente y el aroma a carne fresca comenzó a atraer aquellos derrengados pero voraces primates sin pelo antes civilizados y miembros de una urbe ya inexistente y distante de aquel desolador paisaje, de aquel viejo taller mecánico que comenzaba a rodearse de delgados y hambrientos vestigios de humanidad.
Cómo si de un maldito videojuego de supervivencia se tratara, esa multitud atrajo a una enorme entidad amorfa y musculosa con enormes espolones al final de ambas extremidades que se aproximó con cautela mientras se habría paso a zarpazos entre aquella multitud de putrefacción que, aunque carentes de conciencia racional, se fueron apartando del paso de aquellas enormes garras. La entidad llego hasta la reja y junto con el Conde, subimos entre las chatarras con retazos de automóviles en las manos para impedir que la entidad pudiera penetrar. Un enorme salto mayor a los dos metros, le bastó para rebasar el límite de la reja, encontrándose con una puerta de volkswagen que el conde le arrojó con todas sus fuerzas sobre el toráx de la bestia y esta cayó de nuevo sobre la banqueta que rodeaba aquel taller, seguido por una lluvia de tabiques, llantas y piedras que no ayudaron de mucho para detener al ente que amenazaba con destazarnos en cuanto tuviera la oportunidad de sacudir aquellas poderosas extremidades sobre nuestros cuerpos. Mientras el poderoso ser se incorporaba de nuevo, los chapanecos arrojaron de la azotea de la vidriería una parrilla soldada con retazos de metal que seguramente había servido de estufa para los antigüos dueños del taller, y si había una parrilla, tenía que haber algún tanque de gas en las próximidades. Rafa, el chapaneco mayor lo encontró y arrojó de inmediato sobre la criatura, seguido de su encendedor zipo que tanto se esmeraba en mantener brillante. La flama alcanzó el tanque, pero su contenido solo logró arrojar al engendro  a un par de metros de distancia y zarandear una pila de chatarras que cayeron fuera del taller y destrozaron la delgada reja que nos separaba de la deforme entidad. 
Habíamos ganado un poco de tiempo, pero el campamento seguía muy lejos de nosotros para ir allí y exponer a los demás a una muerte inminente, teníamos que enfrentar por nuestra cuenta a aquel andrajo o sucumbir en el intento sin arriesgar a los nuestros, era la ley que en conjunto habíamos acordado desde el inicio de esa guerra absurda contra un mundo de criaturas lánguidas antes humanas que amenazaban con destripar a los pocos que quedaban de nuestra especie. Tal cuál se tratase de una película hollywoodense, nadie sabía cómo había iniciado esa pesadilla, una histeria colectiva invadió las calles y el planeta se sumergió en el caos; no se necesitaba de mucha imaginación para saber lo que pasó después, miles murieron y unos cuantos más seguíamos resistiendo escondidos en aquel edificio en obra negra a 200 metros del taller mecánico dónde tratábamos desesperádamente de pensar en algo antes de que ese ser se levantara furioso para degollarnos.
En la cobacha que hacía contra-barda con el local de la vidriería, había un montículo de cadenas no tan eficientes para frenar a la enorme y poderosa criatura que seguía desorientada por la explosión a no más de 6 metros de nosotros; su sangre, además de ser altamente cáustica, convertía en nefastas mutaciones a los pocos seres que sobrevivían a esas enormes garras repletas de gelatinosas estructuras musculares que volaban por el aire cada vez que sacudía sus violentamente sus brazos. Vimos esos restos de carne gelatinosa sobre el piso y uno de los chapanecos volteó hacía los cadáveres inertes de los felinos que teníamos a un costado, lo pensé y me pareció un suicidio, pero por cuenta propia no podríamos sobrevivir a esos potentes espolones que entre espasmos comenzaban a moverse nuevamente. Tomámos los restos con la punta de los rambos y apuñalamos nuevamente a los felinos; en segundos comenzaron a convulsionarse y de lo más profundo de sus gargantas estallaron lastimosos alaridos y que se fueron convirtiendo en poderosos rugidos estridentes que retumbaron en la inmensa oscuridad. Los gatos domésticos tomaron una fatídica y abominable apariencia, se transformaron en poderosas bestías de unos 130 kilogramos y que rebasaban el 1.20 de altura, mientras que el lince ibérico mutó en un dantesco depredador que enfocó su vista de inmediato en la otra entidad que para entonces ya estaba de pie buscándonos y contemplaba la escena mientras los chapanecos, el conde y yo nos refugíabamos bajo un montón de llantas en una esquina del viejo taller mecánico. Los 3 gatos fueron los primeros en atacar a la criatura de espolones, uno de ellos cayó partido por la mitad de inmediato mientras uno se aferró de su brazo y el otro lo abordó por la espalda; era una espectáculo impresionante, la mezcla de alaridos e inarmónicos rugidos era ensordecedora, mientras los vehículos oxidados de aquel viejo taller mecánico se salpicaban de sangre carmín y terminaban de desvalijarse entre los zarpazos perdidos de las furiosas e insaciables bestias. Una más cayó con las vísceras expuestas junto al camión de helados que se mantenía intacto y el felino restante fue degollado por el poderoso lince que se incorporaba a la pelea; la criatura de los espolones rugió con furia y se lanzó con las brazos preparados para enfrentar al gigantesco y enérgico depredador  que se lanzaba al frente para destrozar a su atacante. El taller quedó hecho trizas, los retazos de chatarras regados por toda la calle y nuestra posición descubierta, era momento de salir de ahí y dejar que las bestías continuaran descuartizándose entre sí. Corrimos al fondo del taller, dónde había un lavadero de concreto que permitía saltar una pequeña barda hacía un callejón que nos permitiría salir del campo visual de las criaturas y buscar la sombra para ocultarnos, el conde fue primero para despejar el camino, algunos entes lánguidos habían quedado atrapados en el callejón, le siguieron los chapanecos  y mientras subía el lavadero, una mirada penetrante me atravesó, voltée y el poderoso felino masticaba un brazo de la criatura de espolones que para entonces estaba descuartizada bajo las garras del lince. Salté la barda y seguimos corriendo sin rumbo, la bestia derrumbó la barda como si de unicel se tratará, tabiques y cemento volaron por doquier y de una enorme cortina de humo emergieron dos ojos carmesí que se fijaron sobre mi, una helada secreción de sudor escurrió por mi sien y comencé a correr tanto como mis piernas me lo permitían, con el enorme lince trás de mí, un salto más y la enorme criatura caería hambrienta sobre mí, podía sentir su aliento sobre mi nuca, era cuestión de segundos para quedar reducido a nada, estaba a punto de ceder cuándo una sensación ardiente me rosó en la misma sien por la que segundos antes escurría mis gélidas transpiraciones; el rugido de la bestia se apagó y el enorme depredador cayó a un costado mío con una humeante abertura en medio de los ojos. Caí de rodillas exhausto tratando de recuperar el aliento mientras mi visión comenzaba a nublarse entre las penumbras de esa exasperante noche, a lo lejos se acercaba una unidad de mercenarios que gritaban algo que no pude escuchar bien debido a una guitarra que conocía bien. La música siguió sonando mientras la oscuridad  aumentaba cada vez más, solo se escuchaba una guitarra y podía sentir un patrón de vibraciones muy cerca de mi, abrí los ojos y dejé que la música de mi celular siguiera sonando, recordaba la rola, era Serenity de Arena y el reloj marcaba las 5:30 am.
Sólo había sido un sueño, comenzaba el día y tenía que empezar otra semana más con la rutina diaria, sin embargo, el arañazo que traía en la nuca era real.



Eddie Hernández.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Metalerillos Góticos y Posers

Este fin de semana me pidieron un ensayo escolar para una asignatura de cultura mexicana y lo voy a publicar, porque está erróneo, poco acertado e incita a la incomodidad de los entes que practican estos hábitos "culturales", si no les gusta, cierren la ventana o enriquezcan esta publicación con los finos comentarios despectivos que generan estos temas aparentemente polémicos:


Metalerillos Góticos y Posers: Amalgama del egocentrismo adolescente:

Con toda irreverencia e incongruencia escogí esas palabras, porque es entorno a los conceptos Metalerillo y Gótico de dónde quiero comenzar lo que voy, tal vez a narrar, contar, analizar o criticar, no sé, pero se supone que algo de eso voy a hacer. Para ello, iniciaré conmigo: tendría unos 7 u 8 años cuando me obsequiaron en cassette el EP Rebellion de la banda suiza de black metal Samael, fue de las primeras veces que escuché música con guitarras distorsionadas y voces diarreicas que por aquel entonces fueron de mi total agrado, recuerdo regaños o descontentos por parte de mi parentela cuando me escuchaban tarareando After the Sepulture o Into de Pentagram; ahí nacieron las primeras discrepancias con ellos, el momento en que elegía lo que a mi me gustaba y no lo que ellos querían que a mí me gustara. Mi interés por sacudir la mata iba y venía indistintamente con el paso de los años, pero al cursar la secundaria, tanto la edad como los círculos sociales de la época, una legendaria estación llamada Radio Activo por 98.5 fm y la posibilidad de tener MTV en casa, facilitaron e intensificaron ese gusto por las voces guturales y las rolas que dijeran bitch, devil o fuck up cada 6 segundos. Pasaron unos años, me dejé crecer el cabello, adquirí toda la parafernalia propia de un metalerillo rocanrolero, me afilié a una banda y me volví el supuesto rockstar que siempre quise ser, todos los demás eran unos ridículos comparados conmigo, me sentía la persona más conocedora y fiel al género, practicaba mis gestos más malditos frente al espejo, bebía todo el alcohol que soportaran mis riñones, bombardeaba la casa con guitarrazos de Tony Lommi, Jimi Page, Juan Valdivia, Hendrix, Alejandro Marcovich, y Dave Mustaine entre otros, y con mi experiencia previa en una empresa de seguridad privada, le partía su madre a quienes estuvieran en desacuerdo con mi forma de ser, cosa que me daba algunos puntos a favor con chicas igual de enajenadas que yo. Fue poco el tiempo que tardó mi cuerpo en pasarme la factura de esa vida rocanrolera que llevaba, patrocinándome una breve estancia en el Gea González de la zona sur de esta bonita ciudad, y el hastío familiar llegó a su límite obligándome a buscar un trabajo más estable, y alejarme varios kilómetros de mis partners etílicos con los que tantos porros, puñetazos, latas, rolas y caguamas compartía. 



Curiosamente en la época post-rocanrol que le siguió, sucedió algo curioso, empecé a notar que mis círculos comenzaban a crecer, estabilizarse y me volvía del agrado general de personalidades varias -y no solamente de los dealers o despachadores de la vinatería-; en la casa, cuando no podía conciliar el sueño debido al crónico insomnio que me provoqué, no me desagradaba la idea de leer a William Blake, Oscar Wilde o Henrry Miller, y me conseguí un agradable empleo en una tienda de discos. Fue de esta manera que al querer retomar un poco la vida de rocanrol, las bromas de mis cuates comenzaron a parecerme de mal gusto, mis platicas con las metalerillas se tornaron aburridas para ellas y comencé a notar que tenían muy mala ortografía y una inestabilidad emocional exorbitante, me pregunté entonces si me estaba volviendo un poser, cómo me empezaron a llamar en el momento en que me vieron sin la greñota. Por cierto, en mis años de adolescencia, entendía que un poser era todo aquel muchachón más chico o más idiota que yo, que sólo escuchaba los greatest hits de las bandas ícono de rock y del metal, pero que no conocía un disco completo de los mismos o no sabía pronunciar correctamente el nombre de las canciones y que su apariencia era precisamente una pose de algo que no era. La palabra como tal, me causó incluso cierta nostalgia porque no fue hasta retomar los estudios que volví a escucharla; según la chaviza greñuda, el término aplica para todos los que sean más chicos y menos conocedores que quién los esté criticando y se puede extender a otras tribus urbanas, no es exclusivo de los metalerillos, todos los jóvenes sin personalidad, sin culto, sin corazón y con ideologías banales, absurdas, mediocres e ignorantes corren el riesgo de ser unos posers, ¡Ay güey!. 



Pretendo conjugar bien sabroso todo esto, pero se me están escapando los góticos, otra... me atreveré a denominarle 'subdivisión' de la rudeza juvenil. El gótico es un sicario del romance lírico, un dalai lama de las artes escénicas, el Pedro Infante de la melancolía e incomprensión social, un Nikola Tesla de la depresión y el Ron Jeremy de los cultos satánicos, muchas veces, también un poeta frustrado con déficit de atención paternal en la infancia.. ¡Exacto! Como los metalerillos y los posers, que también él acostumbra a criticar bastante. 

Tanto góticos, como metalerillos y los pobres y perseguidos posers tienen ese punto de partida en común: hijos de padres muy jóvenes que se ven en la necesidad de trabajar y dejar solo al niño en casa, privándolo de los lazos afectivos tan necesarios a temprana edad; para compensar esa falta, a los metalerillos les compran su guitarra y les dan 100 pesos para sus clases en el centro comunitario de su colonia, mientras que a los góticos los meten a clases de actuación o les compran Drácula de Bram Stocker para que se entretengan en su ausencia. Con el pasar de los años, en los jóvenes se va creando un recelo (según yo) por ese abandono que conjugado con la rebeldía adolescente y relaciones con amiguitos correligionarios dan como resultado, esa exquisita terquedad y afán de siempre querer llevarle la contraria a todo mundo y refugiarse detrás de esa expresión similar a la que debe de tener una persona que no ha podido evacuar en 4 días y que matizándolo de un maquillaje negro, semblante pálido, ojos delineados, playeras con logotipos de bandas bien ponchadas, medias rotas, botas a la Marilyn Manson, mechones de cabello a la Tongolele, uñas pintadas, pulseras de piel, anillos, blusas de encaje, pupilentes blancos, amarillos, morados, collares, tags del ejercito con su nick de Internet grabado en ellos, alfileres, aretes, rondanas o corcholatas colgando de los labios y orejas, terciopelo púrpura o magenta dan como resultado una endemoniada y furiosa legión de Erzébets, Lestats, Hetfielts, Korvux, Smiths, Helvetes, Filths, Thrashers, Anarkistas, Nekromantics, Lombardos, Scarletts, Warcries, Lincourts, Hammets, Bathorys (y algún desubicado “MetHaleRitU eMoXitH0”). Verdaderos engendros del mal, adoradores de satán y furiosos ególatras, fanáticos de Metallica, Slash o Burzum, folladores de muertos y alabadores de los abortos clandestinos, con baphomets en los brazos, rosas negras o árboles de cerezos tatuados en el torso y muñecas laceradas con cutters o rastrillos culpando a la sociedad por sus problemas existenciales, por la mediocridad de las masas y por no haber nacido en estados unidos, noruega o londres, dónde las sociedades son 'más tolerantes y de mente abierta'. 
Tendrán más problemas que Benedicto XVI justificando las acciones de Oliver O'Grady y Marcial Maciel, pero eso no impide que se sientan pertenecientes a las élites oligárquicas de las culturas oscuras y underground de estados unidos y Europa; cada que se les viene a la mente una buena frase o una buena idea, la apuntan en un cuaderno, lo transcriben a su facebook y aderezada de una foto en blanco y negro tomada en el panteón local, etiquetan a todos sus contactos del Facebook para que analicen y aprueben sus poesías malditas; en el caso del metalerillo, valiéndose también de su enorme egocentrismo de guitarrista de rondalla escolar tira críticas brutales y demoledoras a los posers por ser unos pendejos, por no saber tocar en Do o por escuchar Slipknot, actualiza su estado cada 2 minutos con videos ponchados de youtube que los ayudan a “drenar su alma y su dolor”, todo escrito en letras mayúsculas como si de esa forma se leyera más fuerte, una pésima ortografía e ideologías pretenciosas, rebuscadas o arrogantes con el único afán de entablar lazos con gente 'apasionada' como ellos por escuchar 10 veces In A Gadda Da Vida, Paranoid, The Tropper, Whole Lotta Love, Breaking the Law, o bien, y mejor aún, que comparta su odio y desaprobación hacía los posers, que no son más que chavos que no rebasan la mayoría de edad, neófitos de las tribus urbanas y que están empezando a ampliar sus círculos sociales, identificándose con determinados grupos culturales. 

El verdadero odio hacia estas personas entre la chaviza, tal vez radique en que son los posers quienes reciben un abrazo o la comida caliente cuando llegan a su casa, mientras los metalerillos y góticos terminan un fin de semana a las tres de la mañana bastante alcoholizados bailando Ojitos Mentirosos, el Paso del Gigante, la Huaracha Sabrosona o perreando en algún patio de vecindad de la ciudad de México. 

La sociedad juvenil ha construido una justificación a sus patologías y problemas existenciales, evadiéndose a sí mismos con música a niveles ensordecedores, midiendo el valor de conocimiento según el número de conciertos de greñudos a los que han ido, las veces al día que han declarado públicamente que el mundo es una mierda y que la música distorsionada es lo único que da sentido a su existencia; cuando su realidad no está muy alejada de ser moldes estéticos productores de odio y racismo hacía ellos mismos, cursis reprimidos y niños berrinchudos con déficit afectivo, ideales que sirven de mucha inspiración para reafirmar los clichés hollywoodenses nacionales o imagen de rebeldía y vandalismo en las novelas de Televisa. Es tanta la necesidad de aceptación y afecto del mundo exterior y entorno familiar la que el adolescente exige a gritos mudos, que se ve obligado inconscientemente a buscar la auto admiración y venerarse a sí mismo, volviéndose su único centro de atención, refugiándose en ese cálido manto ideológico que la tribu urbana (aparentemente fuerte, única y agresiva) le proporciona y con la que se ve identificado; sin embargo, el único culto que estos jóvenes realizan es un culto al narcisismo, a la egolatría, a la soledad, a la auto aceptación, un culto al amor propio, a ese amor que tanto necesitan sentir dentro de sí, un culto que carece de sustento porque la parafernalia que vistan, la apariencia que quieran mostrar a la sociedad se va con la juventud, con ese talento nato de intensificar las trivialidades de su vida cotidiana y por más 'accesorios', retoques en photoshop y cosmetología que se apliquen en la jeta, por más shampoos, mousse y cremas que utilicen en las greñas, todo eso se irá junto con muchos de los problemas que tanta necesidad les provoca ser únicos y criticar al poser, al inculto, al subnormal. Tal cuál el hípster critica al snoob, el skate al chaka, el chaka al wachiturro, el swagger al reggaetonero, el friki al otaku, el anarquista al punkie y una larga lista de etcéteras y jovenes que dan vida a esa masa amorfa tan hambrienta de aceptación a la que llamé amalgama del egocentrismo adolescente.







Fotografías tomadas de la página de Facebook:
Posers, ridiculeses y mas



Complemento, Noviembre 12, 2012:


Suena a la disculpa de alguien que alguna vez lo fue, pero que nunca se "enteró" o se documentó sobre esos movimientos y que al final terminó odiándolos porque nunca pudo pertenecer a ellos!!” Comenta una mujer de 24 años, después de leer lo anterior.

Ya creciste, tanto, que pareces un viejo, un viejo que ríe de las pendejadas y las reconoce por que ya las hizo, un viejo que ya no pertenece a ninguna tribu, porque ya no tiene nada que demostrarle a nadie, ni siquiera a sí mismo” Comenta un amigo de 29.

Las referencias, memorias, opiniones o estupideces que redacto en estas líneas están basadas en una autocrítica, en la experiencia que yo tuve durante mis años de adolescencia (disfrutando plenamente, por cierto), y que ahora, echando un vistazo al pasado me divierto recordando tantas cosas que hice en esos años. El sentido de pertenencia y el mar de dudas que se nos despiertan desde la pubertad son de carácter biológico, social y tal vez cultural, y es de ahí, de la cultura por dónde tendríamos que echar un vistazo a los aspectos que rigen nuestros valores y la manera en que somos educados. Muchas personas además de esta mujer que aprecio mucho, se sintieron profundamente incómodos, molestos, indignados , 'encabronados' se burlaron con lo que redacté  y publiqué aquí; quizá no entendí y sigo sin entender la razón de esos movimientos culturales que han estado presentes en la sociedad por años, quizá soy un ridículo, un apantallador, un poser. No lo sé. Quizá, en este ensayo debí de haberme enfocado a analizar y proponer algún tipo de solución para estos problemas que genera la falta de atención en casa, en ese patrón interminable de predisponerte al comportamiento y falta de información que tuvieron nuestros padres en su juventud; en dado caso, la propuesta sería concientizar sobre el daño que provocamos a los demás con nuestro individualismo, con nuestra frivolidad o con ese egocentrismo y otra larga etcétera de adjetivos que nos siguen rigiendo desde lo más profundo de nuestro árbol genealógico, y que aportan tanta solidez a esa cadena interminable de errores que vuelve sigue reafirmándose generación con generación. Este ensayo sería muy interesante si alguien lograra detenerse unos segundos a pensar sobre lo que yo comparto, echar un vistazo a su condición, pero es más probable que se indigne y me miente la madre. Yo ya dejé el denominado 'estilo de vida' de un metalerillo, rockerillo o lo que tratara de ser (aunque conservo algunos retazos del outfit característico), quedó atrás esa furia, el enojo con la sociedad y la oscuridad, creo que “In the sun I feel as one” y dejé de oler ese espíritu adolescente como dijo Kurt Cobain. Las “Rocka rolla woman for a rocka rolla man” como dijera Rob Haldford, no me convencieron 'Cause she couldn't help me with my mind, según Ozzy. Me paré frente al espejo y dije “Hello me, meet the real me” como Dave Mustaine y mientras Garrobos gritaban “sacude el cráneo” y Jimi Page hacía sonar un solo de Rock & Roll, me puse a hacer tarea alejándome de esa Highway to Hell que mi adolescencia se llevó.



 

"La pura milpa real"




Eddie Hernández

sábado, 16 de junio de 2012

En espera de...

Cuando vago sin rumbo por blogger, en muchas ocasiones buscando alguna palabra o artículo en especial, llegas a muchos blogs (generalmente administrados por chicas) que contienen muchos detalles de su vida personal. Claro, este viene siendo un perfecto espacio dónde puedes venir a desahogarte, contar tus broncas existenciales, tus nuevos proyectos, amores, desamores, frustraciones, triunfos, fracasos y una larga lista de etcéteras...
A lo que voy es que, son demasiados detalles los que toda esa gente comparte sobre sí mismos (aún escribiendo aquí, sigo de cierta manera en contra de esto) y así es como me sorprendo a mi mismo narrando lo que me sucedió hace casi un par de semanas:
A veces pasa un malandro briago y violento junto a nosotros, se nos queda viendo muy feo, nos reta o mueve las manos entre su ropa de una manera en la que inmediatamente sentimos ese calambrito de adrenalina que viene desde lo más profundo de nuestros tuétanos. Son sensaciones repentinas pero que no se olvidan en un buen rato (a veces nunca), lo mismo sucede con momentos de alegría, de desesperación, de desamor y en este caso: de vértigo.  No sé me ocurre otra manera de describirlo. Estaba yo, cierta tarde, en determinada estación de la línea 2 esperando a una persona que.. hasta ese momento no sabía si sea realmente especial o sólo una especie de fijación por estar cerca de ella y formar parte de su círculo socio-fraternal (?). Quedamos de vernos con la clásica e inmortal indicación 'abajo del reloj a tales horas', y, ahí yacía mi humanidad (con las mejores garras posibles y disponibles en mi limitado roperito), de pie junto a una columna escuchando un poco de jazz-fusion en los audífonos, pensando en la inmortalidad del cangrejo y dedicándome a uno de mis hobbies favoritos, que es el de analizar a las personas que pasan, observar sus expresiones, ademanes, miradas, atuendos etc... Me gusta mucho el suponer o tratar de determinar qué es lo que están pensando en ese momento, a qué se dedican, si llevan prisa, si van de buenas, estresados, tristes, enojados o desesperados, entre otras cosas. También darme cuenta de la mafiota que se ha vuelto el comercio ambulante en los vagones del metro, perfectamente organizada (no me queda la más mínima duda), analizar si los policías realmente hacen su trabajo de vigilar o solo se pasean por el andén viendo las nalgas que corren a prisa para alcanzar las puertas abiertas de un vagón o salir corriendo de él porque van muy retrasadas. 
Así de patéticos o entretenidos (dependiendo de los puntos de vista en cada cráneo), son mis recorridos por el transporte público, las calles y grandes avenidas de esta peculiar ciudad. De esa forma es cómo me entretengo y los disfruto; sobre todo por la manera en que esos momentos se empalman, coinciden o se sincronizan misteriosamente con lo que mi reproductor bombardea mis tímpanos en esas determinadas circunstancias. Así es cómo estaba yo, esperando a una persona con quién tenía más de un año de no coincidir y con quién días previos tuve la oportunidad de organizarme para poder hacer algo juntos esa tarde. Ahí estaba esperándola, recordando un poco esos días en que nos vimos con mayor frecuencia, pensando si tendría la misma apariencia como entonces yo la recordaba o tal vez había cambiado un poco el corte o color de pelo, aumentado o disminuido de peso, y, 'pus sí', también pensando si seguiría con el mismo atractivo que en muchas ocasiones me robó más de 7 ideas por segundo. De pronto, en el andén de enfrente, a lo lejos se manifiesta una figura que atrapó toda mi atención inmediatamente; una fémina de mediana edad, semi-delgada, cabello negro, semi-rizado, muy alta (casi de mi estatura), vistiendo una playera gris muy delgada, tennis converse y un pantalón de mezclilla con muchas partes deshilachadas. Osease, nada con lo que no que no te encuentres al andar en el metro o caminar por la calle ¿estamos de acuerdo?. El asunto fue que cuando mis pupilas la enfocaron, algo estremeció cada partícula de mi cuerpo, cómo pocas o tal vez nulas ocasiones eh sentido, percibí inmediatamente lo que, supongo, se debe de sentir cuando tu corazón se acelera y la adrenalina comienza a fluir por todo tu organismo. Lo peor del caso, es que realmente no me acuerdo de su cara, ni de que hubiera tenido alguna característica que me hubiera podido hipnotizar o impresionar se esa forma, solo puedo recordar un poco del cabello resbalando alrededor de su cuello y un andar muy pasivo y relajado, todo lo demás ocurrió en la mayor parte de mi organismo, incluso me cuestioné el motivo de mi reacción, puesto que en mi vida la había visto. Y si volvemos un poco a lo que mencioné con anterioridad, hay veces en que mi reproductor pareciera tener vida propia y fuera cómplice de esos momentos, mientras mi respiración y mi pulso estaban acelerados a la máxima potencia que podían soportar mis arterias, el aleatorio eligió el siguiente tema para que sonara justo en ese momento. 
Y, con todo lo anterior, yo también caigo en esas preguntas existenciales de niña bloggera que tanto critico al inicio de esta publicación.. Pero en lugar de darle vueltas al tema, prefiero ponerle play a esto y disfrutar cada sonido mientras en mi cabeza vuelvo a crear esa escena con ella caminando por el andén con esa contagiosa serenidad mientras mi pulso se acelera y la voy perdiendo de vista entre las dos unidades de transporte que llegan simultáneamente por cada extremo del pasillo a la vez que sonrío, suspiro y pienso que tal vez otro día me la pueda encontrar en el mismo vagón o pasillo y esta vez, si le vea bien la cara.



Por cierto, si llegó a quién esperaba, tomamos un café, platicamos, caminamos un largo rato, hubo recuerdos, nostalgias y un enorme abrazo. Pero mi mente no podía quitar su enfoque de esa silueta desfilando al otro del andén.


Eddie 












viernes, 25 de mayo de 2012

Play

Hace un tiempo en un momento de caos que experimentaba mi cráneo, comencé un blog dónde me dediqué a desestresarme y sacar todo el veneno acumulado durante varios años. Después de unos meses lo leí y me desconocí un poco por la cantidad de sandeces que escribí en determinados momentos, así que decidí cerrarlo y dedicarme a seguir aprendiendo, creciendo, equivocándome y sobre todo, seguir conociéndome. Hoy me animé de nuevo con esto tan bonito y gratificante que es la "escribída"; porque me sorprende como cambian las cosas, nuestras ideas, nuestros círculos, nuestras perspectivas, ideologías y las experiencias. Todo esto aporta un exquisito mar de ideas que se van conjugando en nuestros cráneos, para así, darle forma a nuestro estilo de vida y manera de ver las cosas.




Inicio este blog sin la idea de que alguien se pueda detener en este espacio a leer mis ideas, es muy pretencioso eso, por el contrario me gusta más la idea de dirigirlo hacía mí persona y darme cuenta de cómo me adapto a las nuevas circunstancias que se me presentan y ese largo bla, bla, bla que prefiero evitar, así que vamos con un poco de mí:

Lo mío, lo mío, lo mío... es lo que dice Demián Bichir en esa película mexicana de 1999 (consultar a Sintek como referencia), pero también disfruto mucho y me apasiona la música, la bendita música caray, esa que te hace sufrir, que te hace enojar,  pensar, perdonar, agradecer, enfadar, encabronar, suspirar, recordar, olvidar, sacudir la mata, tirar codazos y aventarte todo sudado a la multitud con la certeza que de que puedes perder un ojo en esa faena. Toda esa música es la que me gusta; amo el rock progresivo, el avant-garde, experimental-rock, clásico, free-jazz, post-rock y últimamente el jazz fusion, pero no me cierro a otras cosas tan coquetas como el trip-hop, la electrónica, el metal, deathcore, grind, dark-wave, popcito, world music y toda esa amalgama de colores y texturas que se proyectan a partir de una simple o muy compleja idea sin otra ayuda que la de 8 notas. 

Eso es lo que me gusta principalmente, ya que de ahí parten mis gustos hacía todo lo demás: pintura, arte visual, viajes, cine, series, televisión, estereotipos femeninos, libros, ropa, instrumentos, comida, bebidas etc... Es una explosión de conocimientos en tu cabeza que no para de expandirse y que, al menos en mí, crea una deliciosa adicción a seguir aprendiendo y ampliando estos horizontes cada vez más lejanos. Así fue como de el ser un simple vago arrogante, ignorante, borracho, peleonero y vulgar... si no me eh convertido en mejor persona, al menos estoy tratando de enderezarme, para seguir creciendo, aprendiendo y poder entablar conversaciones variadas con todo tipo de gente, de la que aprendo muchísimo, simpatice con ellos o no.

Así que... empecemos esto y haber a dónde vamos a parar.

Eddie